Cuento de Navidad: el mismo de siempre
Llegaron las fechas, las más esperadas y las más temidas. Tiempo de reflexión, de inflexión y de genuflexión (por supuesto de flexión también pero eso es polvo de otro costal) la navidad, quiera que no, es un tope, una marca, un pare y analice, un quite y estrene. El mismo cuento de siempre, partido en los mismos capítulos de siempre.
Capítulo Uno: El amor
Desde el primero de diciembre el sol es diferente. Es más amarillito y calienta más rico. Esa es mi teoría. El primero de diciembre te quedas en la cama hasta las 8 de la mañana sintiendo ese calorcito que entra por la ventana poniendo tu cuarto en un RGB 246/217/137. Eso en lenguaje no técnico es amarillo pollito dorado (umm, me dió hambre). Desde tus pies la tibieza sube y al llegar a tu corazón este se pone en modo navidad. Te acuerdas de la caja del pesebre, de la del árbol y la de las luces. Ya te huele a musgo. Luego piensas en la calle y llegas a los semáforos. "Mierda" piensas, "¡Los niños pobres del mundo! ¡Hay que hacer algo!" Eso es el amor de la navidad que te cayó de golpe. Los semáforos decembrinos. Tu corazón se estrecha como una uva pasa y luego se agranda y abre como una gran caja del amor.
Esta semana hablaba con un sacerdote, más o menos recién empollado pero ya curtido en estas lides de la iglesia y me contaba que su comunidad o parroquia reparte "religiosamente" los regalitos de los niños pobres cada 23 de diciembre. "El 23, para no interferir con las fiestas y la feria...". Umm, no sé, yo creo que la iglesia y sus diferentes movimientos sociales deberían ser el reducto del amor, de la palabra, de la compresión, y dejar que la empresa privada y los grupos nada-que-ver-con-religión se encarguen de repartir los regalos, el pan y la panela en los semáforos, buscando al menos el empate, ante lo pecado durante el año, en la tabla final de posiciones.
Cuando le pregunté qué pasaba con los niños pobres en julio, me dio que están pensando "crear un comité que se encargue de eso, tal vez con la empresa privada..." jejej. Lo mismo que siempre.
Capítulo dos: Las metas
Somos esclavos de las promesas, dijo Facundo Cabral.
¿Por qué? La esperanza, supongo. Será porque los humanos vivimos de eso, de ponernos metas a corto, mediano y largo alcance, evadibles, aplazables y movibles. Eventualmente cumplidas y satisfechas. Un año es un buen lote de días para aplazarlo o para hacerlo y mostrar lo logrado. Pero invariablemente años tras año hay un día de promesas. Se piensan, se calculan, se les da forma, se escriben, se cargan con toda la energía positiva del mundo, del universo.
El 31 a las 12 en medio del círculo, tomado de las manos de otros y otras las lanzas al espacio, a los oidos de los demás: Este año el carro, la casita, la finquita, el estudio. El cigarrillo, el trago, las grasas y las carnes rojas. Este año me caso, me divorcio, me la levanto, me lo levanto. Un hombre bueno, una mujer decente, feo o fea no importa, trabajador(a), que le gusten los niños, que lo que importa es el amor. Este año las tetas de silicona, la lipo, el botox. Este año voy al gimnasio, este año voy a Francia y a Tayrona, este año cumplo años en Nueva Zelanda. Un hombre bueno para la tia sola, una silla de ruedas para la abuelita, un confesionario para el templo, pobrecito el padre confesando en esa rimax... En fin... las metas, las de cada año, el mismo cuento de siempre.
Capítulo 3: Los regalos
Y por extensión el tema de la plata. Desde el mismo primero de diciembre se piensa en el regalito, para los más cercanos eso si. Lo más especial lo más grande, lo que más ha querido, para mi amorcito corazón (¿a ver si me acuerdo qué fue lo que pidió el 31 a las 12 el año pasado? ummm...). para los más cercanos cositas especiales, a ver, son papá, mamá, la abue, el abue, el tio #1, el tio #2, la tia #3... la esposa de Pepe, el primo de Maye, la novia de juanca (tan buena ella). Opps, me faltó el vigilante de la cuadra. Bueno, un par de medias. Ah y el turnero. Galletas y vino de la Olímpica. Los porteros. Cachuchas. El señor de las goteras, no sé, ahí veo. Los vecinos... platico de comida a las doce. uhhh...
En mi caso, este año, el Gran Consejo de Familia conformado por los más viejos, los más jóvenes y los del medio, los más sabios y los del medio, los más vagos, los más trabajadores y los del medio, mediante Edicto Familiar Nº1216 del 2006, prohibió "la adquisición, la envoltura, repartición y entrega de cualquier regalo de tono navideño dadas las circunstancias actuales. Lo anterior no impide recibirlos". Corto y contundente, ¿no?
Capítulo Uno: El amor
Desde el primero de diciembre el sol es diferente. Es más amarillito y calienta más rico. Esa es mi teoría. El primero de diciembre te quedas en la cama hasta las 8 de la mañana sintiendo ese calorcito que entra por la ventana poniendo tu cuarto en un RGB 246/217/137. Eso en lenguaje no técnico es amarillo pollito dorado (umm, me dió hambre). Desde tus pies la tibieza sube y al llegar a tu corazón este se pone en modo navidad. Te acuerdas de la caja del pesebre, de la del árbol y la de las luces. Ya te huele a musgo. Luego piensas en la calle y llegas a los semáforos. "Mierda" piensas, "¡Los niños pobres del mundo! ¡Hay que hacer algo!" Eso es el amor de la navidad que te cayó de golpe. Los semáforos decembrinos. Tu corazón se estrecha como una uva pasa y luego se agranda y abre como una gran caja del amor.
Esta semana hablaba con un sacerdote, más o menos recién empollado pero ya curtido en estas lides de la iglesia y me contaba que su comunidad o parroquia reparte "religiosamente" los regalitos de los niños pobres cada 23 de diciembre. "El 23, para no interferir con las fiestas y la feria...". Umm, no sé, yo creo que la iglesia y sus diferentes movimientos sociales deberían ser el reducto del amor, de la palabra, de la compresión, y dejar que la empresa privada y los grupos nada-que-ver-con-religión se encarguen de repartir los regalos, el pan y la panela en los semáforos, buscando al menos el empate, ante lo pecado durante el año, en la tabla final de posiciones.
Cuando le pregunté qué pasaba con los niños pobres en julio, me dio que están pensando "crear un comité que se encargue de eso, tal vez con la empresa privada..." jejej. Lo mismo que siempre.
Capítulo dos: Las metas
Somos esclavos de las promesas, dijo Facundo Cabral.
¿Por qué? La esperanza, supongo. Será porque los humanos vivimos de eso, de ponernos metas a corto, mediano y largo alcance, evadibles, aplazables y movibles. Eventualmente cumplidas y satisfechas. Un año es un buen lote de días para aplazarlo o para hacerlo y mostrar lo logrado. Pero invariablemente años tras año hay un día de promesas. Se piensan, se calculan, se les da forma, se escriben, se cargan con toda la energía positiva del mundo, del universo.
El 31 a las 12 en medio del círculo, tomado de las manos de otros y otras las lanzas al espacio, a los oidos de los demás: Este año el carro, la casita, la finquita, el estudio. El cigarrillo, el trago, las grasas y las carnes rojas. Este año me caso, me divorcio, me la levanto, me lo levanto. Un hombre bueno, una mujer decente, feo o fea no importa, trabajador(a), que le gusten los niños, que lo que importa es el amor. Este año las tetas de silicona, la lipo, el botox. Este año voy al gimnasio, este año voy a Francia y a Tayrona, este año cumplo años en Nueva Zelanda. Un hombre bueno para la tia sola, una silla de ruedas para la abuelita, un confesionario para el templo, pobrecito el padre confesando en esa rimax... En fin... las metas, las de cada año, el mismo cuento de siempre.
Capítulo 3: Los regalos
Y por extensión el tema de la plata. Desde el mismo primero de diciembre se piensa en el regalito, para los más cercanos eso si. Lo más especial lo más grande, lo que más ha querido, para mi amorcito corazón (¿a ver si me acuerdo qué fue lo que pidió el 31 a las 12 el año pasado? ummm...). para los más cercanos cositas especiales, a ver, son papá, mamá, la abue, el abue, el tio #1, el tio #2, la tia #3... la esposa de Pepe, el primo de Maye, la novia de juanca (tan buena ella). Opps, me faltó el vigilante de la cuadra. Bueno, un par de medias. Ah y el turnero. Galletas y vino de la Olímpica. Los porteros. Cachuchas. El señor de las goteras, no sé, ahí veo. Los vecinos... platico de comida a las doce. uhhh...
En mi caso, este año, el Gran Consejo de Familia conformado por los más viejos, los más jóvenes y los del medio, los más sabios y los del medio, los más vagos, los más trabajadores y los del medio, mediante Edicto Familiar Nº1216 del 2006, prohibió "la adquisición, la envoltura, repartición y entrega de cualquier regalo de tono navideño dadas las circunstancias actuales. Lo anterior no impide recibirlos". Corto y contundente, ¿no?
"Hay que pensar en enero", dijeron las mamás; "Hay que pensar en enero" Dijeron los pápás. "Hay que pensar en enero", dijimos los emprendedores. Este año, como cada año, el mismo cuento de siempre.
Y colorín colorado, acabo el cuento. Ha sido un año muy dificil, pero lleno de satisfacciones, alegrías y esperanza. Personalmente, a pesar de lo que pueda verse y parecer, no lo cambio. Lo termino felizmente casado y con muchos proyectos en curso. Gracias a todos mis amigos, los del Alma y los del Pecho. Mil perdones por las palabras erradas, por las miradas injustas y los juicios sin fundamento. Por lo esperado y no entregado. Por lo que quedo debiendo, que en enero pago. A todos, gracias por su paciencia y apoyo, invaluable por siempre apoyo. Tienen mis abrazos navideños y mejores deseos: Amor, salud, prosperidad, en fin, lo mismo de siempre.
Feliz Navidad.
3 Comentarios:
1- LA FOTO esta de ataque!!!! espetacular com o dice todo el mundo.
2- Todo lo que dices y planteas es muuuuuuuuy ciero.
3- Qué carajos....
FELIZ NAVIDAD
parece que lo de las vacas flacas es una tendencia del mercado. en mi familia no ha concejo, pero tampoco regalos, estamos igual. Feliz navidad
Feliz navidad!!
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