Memorias de un camino
Junio 19. Se cumple un año de la salida a La Pastora, camino de a pie entre Pereira y Manizales, en el Parque Nacional Natural de los Nevados. Esa vez no conocimos la Laguna del Otún, como ilusamente creíamos que pasaría, pero conocimos un poco más de Colombia. Nos faltaron unas cinco o seis horas de caminata montaña adentro.
Sin saberlo muy bien caminamos por una de las arterias más viejas del país. No pisábamos tierra, pisábamos historia. Entre dos mil y tres mil metros de altura, caminamos seis o siete horas por entre las piedras, por entre el barro, por entre los arroyos, rehaciendo "humildemente" las rutas que hace cien años recorrían los arrieros que llevaban provisiones entre ambas ciudades. Tuvimos la fortuna de toparnos, casi que cara a cara, con alguna de esas filas de mulas y caballos que llaman recuas, bajando y subiendo en un tropel de cascos y gritos como fantasmas cargados de inmensos costales, antes de fique o cabuya y hoy sintéticos, llenos de alimentos, ropajes, medicamentos y quién sabe cúantas cosas más.
Hombres humildes e inocentes cara a cara con hombres soberbios y culpables (incluyo aquí a las nenas: Mónica y Pato). Hombres de campo, hombres de madera, hombres de roca, hombres de paz, hombres de hierro, hombres de boñiga, hombres de agua, de frente a hombres de cadmio, de radio, de uranio, de litio. Y de Cocacola. Hombres que nada deben y bajan la mirada, ante los que todo lo deben y la levantan como si no pasara nada. Eran los que cuidan frente a los que destruyen. Los que producen frente a los que consumen. Los que crean y procrean frente a los que depredan. Eran ellos, con el rejo a la vista y su machete enfundado cruzándose con nosotros, con los radios, los celulares, los binoculares, y las linternas a la vista y el alma guardada.
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A dónde irían esos caminantes de país. Esos que construyeron los caminos, los que empujaron las mulas y los que encostalaron el pasado. A dónde fueron esos hombres que con la planta del pie y vestidos de ralo algodón abrieron esos caminos que hoy nosotros andamos con sony's de 2,5 megapixeles en mano y cantimplora de Imusa. Dónde están esas manos callosas por los azadones de aquellos que sembraron las papas de los que hoy comemos en Karen´s.
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Al llegar a casa encontré enterrado en la suela de mi zapato un clavo de hierro de los que usan para fijar las herraduras al casco de los caballos. Y eso que era prohibido sacar cualquier tipo de material orgánico o no orgánico del parque...
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Qué mal nos portamos con esta casita redonda llamada Tierra.
2 Comentarios:
Jajaja, bien por lo del portátil, hombre de cadmio y litio. Seguro que vamos.
Juliancillo, me crees si te digo que estoy...., no mejor te lo digo por teléfono, hiciste que recordara geniales momentos recorriendo el mundo al lado tuyo.
Un beso. Patty.
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