Somos buscadores
Pasamos la vida buscando. A veces ni nos damos cuenta, pero siempre estamos en pos de la búsqueda. Desde que el hombre primitivo vio caer un rayo que le quemó su choza, le tumbó el árbol y le achicharró el bisonte del almuerzo, se hizo preguntas. Cuando notó que en la carne de la última cacería crecían hongos, se hizo preguntas. Cuando nació su cuarto hijo, allá en la caverna, se hizo preguntas (-¿y este de quién será?-). Se hizo preguntas por todo, empezó a elaborar conjeturas y a buscar respuestas.
Lo más relevante de la etapa de crecimiento de un niño son las preguntas: ¿Y por qué vuela?, ¿y por qué flota?, ¿y por qué nada?, y por qué, por qué, por qué. Sí, como la gallinita...
Entramos al colegio y a muchos no nos responden las preguntas esenciales pero nos llenan de fórmulas y de historias de hombres llenos de preguntas. Ya dijo Bernard Shaw: "suspendí mi educación para asistir a la escuela...".
Y agregamos cien preguntas más para saber qué carrera debemos seguir en la universidad. Porque aunque sepamos qué es lo que nos gusta hacer, no sabemos qué es lo que tenemos qué estudiar. La brecha es grande porque la rotulación de los quehaceres a veces es compleja y estos se disfrazan y se esconden. Pura intuición.
En la universidad al menos sí nos dejan hacer preguntas y llegar tarde por estar haciéndolas. (¿y dónde la venden?, ¿y cómo se arma?, ¿y cómo lo evito?, ¿ y cómo se me pasa? y yaaa...) y nos dan un edificio lleno de libros para buscar las respuestas. Nos llenan de palabras claves para a partir de ahí poder hacer nuestras vidas. Sumamos a las nuestras las preguntas de los maestros de cada materia para intentar construir una tesis que nos permita salir con una digna sonrisa. La sonrisa de la certeza de la duda.
Y salimos al trabajo. Estamos listos para dar respuesta a las preguntas de los demás a cambio de algunos dinares que nos permitan comprar 5 de pan, 30 de vodka y 65 de respuestas.
Porque nuestras preguntas iniciales, lejos de ser resueltas, se llenan de otrosíes, de parágrafos, de adendos.
Nuestra búsqueda perenne no ha parado porque no hemos encontrado la esencia de las esencias: saber quiénes somos, saber dónde estamos, saber para dónde vamos. Todo el tiempo estamos buscando conectarnos con los extraterrestres, con el Gran Dios, con el espíritu del profe de filosofía o con Morfeo. Analizamos las patas del grillo, las alas de las chicharras y los bigotes del gato. Nos conectamos a internet para averiguar el significado de ese gran pare o de ese gran siga pintado en el piso de nuestra propia vida. Le mandamos un mail a Eco para que nos diga qué quieren decir la rosa o el pelícano que un día tocaron en nuestro corazón. Regamos ruda por el piso y quemamos incienso para asegurarle al universo que somo buenos y que nos merecemos las respuestas.
Leemos a Hegel, al Dalai, a Gibrán y a Mao. Inventamos la biogenética, la astrobiología, la dialéctica de los cetáceos y hasta la epistemología de la aguja capotera. Escuchamos a Mozart y a Yanni. Ponemos Infinito y Discovery. Vamos a misa y vamos a cine. Escribimos las siete leyes y pintamos la monalisa.
Al final abrimos un webblog, hacemos un café y nos sentamos a esperar las respuestas que no llegan...
Lo más relevante de la etapa de crecimiento de un niño son las preguntas: ¿Y por qué vuela?, ¿y por qué flota?, ¿y por qué nada?, y por qué, por qué, por qué. Sí, como la gallinita...
Entramos al colegio y a muchos no nos responden las preguntas esenciales pero nos llenan de fórmulas y de historias de hombres llenos de preguntas. Ya dijo Bernard Shaw: "suspendí mi educación para asistir a la escuela...".
Y agregamos cien preguntas más para saber qué carrera debemos seguir en la universidad. Porque aunque sepamos qué es lo que nos gusta hacer, no sabemos qué es lo que tenemos qué estudiar. La brecha es grande porque la rotulación de los quehaceres a veces es compleja y estos se disfrazan y se esconden. Pura intuición.
En la universidad al menos sí nos dejan hacer preguntas y llegar tarde por estar haciéndolas. (¿y dónde la venden?, ¿y cómo se arma?, ¿y cómo lo evito?, ¿ y cómo se me pasa? y yaaa...) y nos dan un edificio lleno de libros para buscar las respuestas. Nos llenan de palabras claves para a partir de ahí poder hacer nuestras vidas. Sumamos a las nuestras las preguntas de los maestros de cada materia para intentar construir una tesis que nos permita salir con una digna sonrisa. La sonrisa de la certeza de la duda.
Y salimos al trabajo. Estamos listos para dar respuesta a las preguntas de los demás a cambio de algunos dinares que nos permitan comprar 5 de pan, 30 de vodka y 65 de respuestas.
Porque nuestras preguntas iniciales, lejos de ser resueltas, se llenan de otrosíes, de parágrafos, de adendos.
Nuestra búsqueda perenne no ha parado porque no hemos encontrado la esencia de las esencias: saber quiénes somos, saber dónde estamos, saber para dónde vamos. Todo el tiempo estamos buscando conectarnos con los extraterrestres, con el Gran Dios, con el espíritu del profe de filosofía o con Morfeo. Analizamos las patas del grillo, las alas de las chicharras y los bigotes del gato. Nos conectamos a internet para averiguar el significado de ese gran pare o de ese gran siga pintado en el piso de nuestra propia vida. Le mandamos un mail a Eco para que nos diga qué quieren decir la rosa o el pelícano que un día tocaron en nuestro corazón. Regamos ruda por el piso y quemamos incienso para asegurarle al universo que somo buenos y que nos merecemos las respuestas.
Leemos a Hegel, al Dalai, a Gibrán y a Mao. Inventamos la biogenética, la astrobiología, la dialéctica de los cetáceos y hasta la epistemología de la aguja capotera. Escuchamos a Mozart y a Yanni. Ponemos Infinito y Discovery. Vamos a misa y vamos a cine. Escribimos las siete leyes y pintamos la monalisa.
Al final abrimos un webblog, hacemos un café y nos sentamos a esperar las respuestas que no llegan...
P.D. Si tienen alguna pregunta, o alguna respuesta, pueden escribirla ahí donde dice: 0 comentarios. Feliz noche.
jhoyos
2 Comentarios:
yo tengo respuestas, la que escoja a mil.
Tal vez buscamos donde no debemos hacerlo. He pensado buscar en otros planetas. pero según el diario del principito tampoco hay mucho por ahi: una rosa, un zorro...
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