Segmentos buenos y malos. Esa es la vida. Aportes, reportes, de-portes, importes. Luz sobre papel, color al fin y al cabo.

lunes, 20 de junio de 2005

La felicidad en mi bolsillo

Soy un consumidor feliz. O al menos debo serlo, porque tengo cinco tarjetas de almacenes de cadena y supertiendas. La tarjeta plata, el comprador estrella, el cliente fiel, la de los puntos, la de los vegetales, la selecta, en fin... cada una me pone en un lugar feliz, privilegiado, exclusivo de la sociedad. Gracias a todos los gerentes de tiendas por esforzarse por mi felicidad.

Con sus debidas excepciones, como cuando voy a preguntar por puntos y el sistema está caído o que los perdí porque pasó la fecha tope o porque no había vuelto a esta tienda o porque es sólo para compras iguales o mayores al monto de la deuda externa, o porque no incluye artículos de primera necesidad o porque sencillamente olvidé la tarjeta, es un excelente sistema para alcanzar la felicidad.

Soy feliz porque después de realizar compras por tres o cuatro millones de pesos puedo al fin tener el radio reloj de micky mouse que tanto quería. O porque si presento mi tarjeta de humano feliz y agrego $18.000 me dan los cuatro platos y los cuatro pocillos de acrílico verde traslúcido que siempre quise.

Incluso alcanza a darme un poco de pena al conocer el gran esfuerzo y los estudios profundos que sobre mí han hecho las áreas de mercadeo para saber exactamente qué ese radio reloj y esos platos luminosos eran realmente de mi gusto. Gracias. Hay que valorar todo eso, porque es tiempo y trabajo. Gracias también a las empresas chinas, en especial a los obreros chinos que se desvelan mientras yo duermo en turnos agotadores encontrando el mejor diseño y los materiales de mejor calidad para que yo sea un hombre feliz. Yo sé que siguen investigando para mejorar siempre mejorar.

Hoy día, en la era de la impersonalización y la tecnología virtual, me emociona que me llegue un correo electrónico o una publicación impresa a la casa invitándome a formar parte de la gran familia de clientes de cada almacén. Es realmente un detalle cálido y emotivo. De fina coquetería. No importa que mi nombre estuviera mal escrito, entre Julián y Julia no es mucha la diferencia. Que la revista me llegó para el día de la madre pero no me ha llegado para el día del padre significa que ya corrigieron la base de datos pero tal vez el mensajero enfermó. Igual no soy papá. En todo caso son humanos y se equivocaron, si, pero yo soy comprensivo. Seguro que si me ven me reconocen, y eso es lo que importa.

En fin, soy tan feliz, que les hice una tarjeta.



jhoyos

4 Comentarios:

A la/s 3:25 p. m., Blogger @MoonyTj dijo...

Esto está divertidísimo... debiera ser triste porque es verdad... pero me hiciste reír ;)

Saludos
Mony

 
A la/s 4:00 p. m., Blogger Andrés David dijo...

Triste también si lo ves desde otro lado. Que te hayan creído madre (cosa que me divirtió mucho) es indicio de un pobre uso de la tecnología.

Hace mucho tiempo Alvin Toffler habló de la manufactura individualizada, tecnología capaz de crear en masa los artículos para el individuo con gustos propios.

Hoy tenemos el nivel suficiente para hacerlo y nos estancamos con el vaso, chino.

 
A la/s 10:25 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

La verdad Juliancillo, creo que ganas puntos a favor al escribir sobre las cosas que a diario nos pasan y que de hecho nos deben poner a pensar. Oh perdón no debía mencionar algo de puntos?, lo siento, Un abrazo, Patty.

 
A la/s 8:54 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Bueno, creo que el texto es claro. Espero que como son las cosas en este país, no te demande la Asociación de Consumidores... jajaj. Creo que es más efectivo un texto de estos que el trabajo paquidérmico de esta.

 

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